Si Dios me concediera saber aproximadamente cuándo voy a morir aprovecharía de dejar todo en orden antes de partir. Es decir, me reconciliaría con quienes tengo deuda, perdonaría a quienes me hayan ofendido, abrazaría a todos los que amo (quizás hasta los que no). Trataría de no huir de ese dolor, sino más bien trataría de comprenderla, sumergirme en ella con ansias eternas y no de masoquismo.

Pienso que Dios seguramente no me concedería ese don, para que desde ahora viva como si mañana fuera a morir. Sería un mundo perfecto, si lo lleváramos a la práctica.

Esto mismo pasa respecto a la mirada de Dios. Que todo el que crea en Dios se sienta siempre bajo su mirada evitaría muchas torpezas del que hace cosas pensando que nadie las ve. Y no es la mirada juzgadora de Dios, sino más bien su mirada de Padre eterno, que espera nuestra llegada.
Vuelvo después de un tiempo a las reflexiones.

Variaciones de un mismo cuento

(Estilo Phillip K. Dick) Katai despertó en una realidad que no era la suya. El zumbido constante de la máquina de realidad virtual aún res...